

EL JUEGO DE UN DIOSECILLO
Un diosecillo travieso juega con un ovillo brillante y rojo. Sabe que un alma recién llegada necesita unos brazos que le den calor y le guíen. Estira el hilo… Un alma mayor tiene un hueco grande en los brazos y sospecha que mucho por aprender. El diosecillo piensa y lanza una hebra a esos brazos vacíos, después tira de ella y vuela miles de km. Cuando llega, el almita pequeña recibe un pelotazo con el resto del ovillo y se engancha a esa pelota suave y roja y tirando y tirando de ella encuentra unos brazos y una voz que le dice «ya estamos unidos para siempre»
Vendido